Nélida Mosquera (Argentina,1949-Caracas, agosto de 2022)
Imagen: Rebeca Martínez García
Conocí a Nélida Mosquera por poeta César Rodríguez, fue en el año 2003 en Chacaíto, Caracas. Pronto visité su casa y tuve el privilegio de ver su trabajo como editora de S&M, eran las iniciales de su apellido y el de Alejandro Salas, el poeta y traductor. Tanto Nélida como Alejandro estudiaron artes plásticas.
En ese momento Nélida aún no había perdido la vista. La conocí como una mujer sencilla y compleja a la vez, era una dama preciosa, aún a sus años de una gran sensualidad. Me contó como Alejandro lanzaba por la ventana los grabados cuando no estaban bien. Ambos eran de un perfeccionismo enorme. Y no era para menos, lograron diseñar y editar verdaderos tesoros bibliográficos en los que se vinculaban los escritores (con su literatura y su caligrafía) y grabados de artistas plásticos venezolanos. Así editaron Autorretrato en espejo convexo (1988) de John Ashbery, Charles Meyon por Alejandro Salas (1988), Poesía-Pintura (1990) de Santos López y Miguel Von Dangel, Poesía-Fotografía de Juan Liscano y Nélida Mosquera, Kurt Leonhard-Luisa Richter (1991), Ensayo sobre grabadores de Charles Baudelaire (1992), Poemas-Antología de Anne Sexton (1994) y La barca de la muerte de D.H. Lawrence (1995).
Por el año 2007 Nélida dictó una conferencia y un seminario en el Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (actual UNEARTE), allí compartió con los estudiantes de artes plásticas del momento.
Comprendí al conocer a Nélida muchas cosas sobre la feminidad, sobre el rol de una artista, de una artista madre y lo que vivió cuando ella viajó fuera de su país. Me contó en una imagen bella y terrible que una vez, en un viaje se excedió en el peso del equipaje y tuvo que ofrecerle una pequeña y hermosa caja a una muchacha en el aeropuerto, era algo precioso para ella y tuvo que desprenderse de eso en ese momento. Era algo así como si el tránsito de las distancias y las transformaciones te obligaran a dejar algo preciado. Que había que seguir, continuar, a pesar de todo. Como hoy, cuando César Rodríguez me comunica su partida física y me cuenta sobre los poemas que le escribió a ella, su maestra.
Caracas, 25 de agosto de 2022