martes, 27 de septiembre de 2022

Performáticas de las memorias de Luis Marin



Museo de Bellas Artes, Luis Marín en su Performáticas de las memorias


El viernes 9 de septiembre, pasadas las 3:00 pm se presentó en el Museo de Bellas Artes el escultor Luis Marín. Allí realizó su monólogo Performáticas de las Memorias, que inició sentado en una silla, con los pies sobre una mesa dispuesta en el patio central del MBA, saboreando una copa de vino de espaldas al público que iba llegando. Luego de cierto tiempo  se escuchó que Luis Marín entonaba a capela fragmentos de la canción Alfonsina y el mar de Violeta Parra, seguidamente una canción popular sobre Margarita, Estado Nueva Esparta. 

El escultor se incorporó de frente a la audiencia y comenzó su monólogo “desde la memoria”. Se paseó por varios temas, mencionó la metodología pedagógica del Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas “Armando Reverón”, incluyó recuerdos de los ejercicios plásticos presentados por sus estudiantes e hizo referencia a su historia familiar, a la historia del país, a procesos socio históricos y a su identidad como venezolano, orgulloso de serlo en Inglaterra o en cualquier lugar del mundo. 



Luis Marín hizo mención a los convencionales reconocimientos y sistemas de legitimación de la sociedad occidental, por una parte, los académicos, por la otra, el lugar de los adultos mayores dentro de la sociedad actual. Asimismo, confrontó su memoria (que tuvo eco en la de sus contemporáneos, asistentes al evento), alumbró una zona incómoda, la del paso del tiempo, la de la vejez y el sopesar los años en torno a lo acaecido y realizado, en contraste con lo que se proyectó en el pasado y con lo que se es hoy día. Mencionó y valoró metas individuales y colectivas en torno a los procesos históricos produjo reacciones en la audiencia.


El escultor Luis Marín culminó su monólogo con ésta frase: "Hay algo que se me olvida, ojalá ustedes lo puedan recordar".

Su interacción artística en el Museo de Bellas Artes de Caracas nos interpeló en torno al arte y la docencia, a la cultura y sus reconocimientos, a la venezolanidad, sentido de pertenencia en el mundo y finalmente a la relación del individuo con su tiempo y espacio.



Texto e imágenes: Ximena Benítez






Escultor Luis Marin, Ciudad Bolívar 27/12/1952. Maestro Honorario de la Universidad Nacional Experimental de las Artes. Treinta y cinco años en la docencia universitaria:


The Chelsea Scool of art: 1985-99
IUESAPAR: 1994-2008
UNEARTE: 2009-2020


Entre 1968 y 1969 realiza sus primeros estudios con Pascual Navarro. En 1977 se residencia en Inglaterra y realiza cursos libres de arte en el City Life Institute de Londres. En 1984 culmina con honores la licenciatura en escultura en la Chelsea School of Art and Design y, entre 1984 y 1985, realiza un posgrado en el mismo instituto, en historia del arte moderno. En 1985 realiza escenografías para teatro y, desde 1986, trabaja como profesor titular del Chelsea College. Es profesor de escultura del IUESAPAR desde 1994. Ha participado en exposiciones colectivas, entre las que se encuentran "Feed Back" (Canning House, Londres, 1982), "Carlos Cruz Diez and Two Young Venezuelan Artist" (Consort Gallery Imperial College, Londres, 1983), "Quatre artistes vénézuéliens" (Sala Arturo Michelena et Cristóbal Rojas, París), "The Pick of New Graduate Art" (Christie's, Londres, 1984), "1st Latin American Arts Exhibition" (Brixton Art Gallery, Londres, 1985), "Transmutación de lo orgánico" (Museo de Arte La Rinconada, Caracas, 1988), "Latins in London" (Bolívar Hall, Casa de Miranda, Londres, 1989), "From the Contemporary" (Bolívar Hall, Casa de Miranda, Londres, 1990), "Art Express" (The Mall Gallery, Londres, 1991), "My Day View" (The Willesden Gallery, Londres, 1992), Gran Premio Bienal Dimple 15 Años (MACCSI, 1994), "La intimidad" (Espacios Unión, Caracas, 1995) y "La escultura de espacio urbano" (MACCSI, 1999).


  • 1984 "Primera individual", New End Theatre, Londres
  • 1985 "One Woman, One Man Show", Every Man Theatre, Liverpool, Inglaterra
  • 1986 "Who Will Survive", Galería Hanover I y II, Liverpool, Inglaterra
  • 1988 "De allá para acá", Los Espacios Cálidos
  • 1989 "Esculturas", Galería Kodak, Caracas
  • 1990 "New Sculpture", Bolívar Hall, Casa de Miranda, Londres
  • 1991 The New Studio Open Show, Londres
  • 1992 Galería Duryni, Londres
  • 1993 "Sculpture Exhibition", Galería Duryni, Londres
  • 1994 "Evoluciones", Galería Zibrowius, Caracas
  • 1995 "Alterna", Galería Alternativa Caracas / "The Nex to One Man Show", Londres
  • 1996 "Individual", Re Argyll, Londres
  • 2000 "Una individual", Sala RG





 






domingo, 28 de agosto de 2022

La muerte, otro Eco breve por Alejandro Cardozo Uzcátegui

 


      Efraín Valenzuela (1956-2022)

 

Poeta Efraín Valenzuela, irrompible. El poeta, desde Grecia, además de vaticinador, debía ser valiente, irreverente claro. Blasón acerado de la verdad, así fuera la suya propia. Ha pasado arena desde entonces, pensar conocer al poeta animoso, libre del miedo, hombre o mujer indiscutible y auténtico no es una pesquisa rápida. Efraín Valenzuela fue todo eso. A diferencia de Píndaro nunca tiró el escudo y la lanza a minutos de la ineluctable batalla; todas las refriegas y guerras eran para Efraín cosa del honor. El honor, valor y sentimiento hoy en desuso, fue para Efraín el número de su cédula y su clave personal. Honor, es la cualidad representativa de Efraín. Su verdad, propia, caprichosa, violenta a veces –la más de las veces– era una muralla de imperios. Más honorable, más poeta, más justo todavía, cuando veía honorabilidad en otra verdad: la reconocía y callaba su verbo de guerra para aceptarla con gusto por ver virtud en la otra persona. Fue mi experiencia, disentí en el gran tema de Venezuela, y respetó mi versión de la vida porque entre la dignidad de otras verdades navegábamos.

El último poeta. Unas hojas impresas de borradores de poemas suyos en modo de prueba en un maletín en el bar La Catedral, debajo de la esquina Gradillas, al final de la barra, al frente una botella de vino tinto, Efraín seguía trabajando sus textos. El algoritmo perfecto se buscaba tachando o agregando piezas del idioma. En la fiesta cotidiana, que para mi era el momento de la gran fiesta, acaso para Efraín era otra tarde más; recitaba –no los suyos– de memoria versos memoriales de otros vates. La anécdota de otros años mejores para la llamada ‘bohemia’ también. La crítica a los sin-sustancia y sin-honor era otro apartado importante de la fiesta. El falso poeta era centro de diana en la barra de La Catedral. La hollywoodiense política venezolana también, otro artefacto añadido. Bajábamos de la cruz del martirio de César Vallejo y Roque Dalton a uno y a otro poeta, elevábamos a otros, él decidía dentro de su estricto código. No discrepé jamás, el electrificado magnetismo de su brújula era preciso. Exegético, jacobino, agradecido con los amigos para enriquecer su código, pero no contradictorio como suele ser el agradecimiento.

Me acompañó en los momentos extremos de la carretera: una vez presentamos un libro mío que el protocolo marcaba un bautizo con los hermosos pétalos de las flores; me advirtió Efraín que debía hacerse con vino, que estaba salvando mi destino con esta irrupción, y así se hizo. Me acompañó a cantarle poemas a un paria de la política que murió en la tragedia que mueren los poetas, y así lo hizo, como si fuera su propio duelo, porque percibió que la soledad política, la ausencia del boato era la última elegía. La soledad en los momentos de la épica cotidiana es otra cara del vivir con honor. Un 31 de diciembre (la navidad y las celebraciones siguientes era la gran fiesta de Efraín) ante la soledad heroica, nos fuimos a la casa de otros solitarios míos e, inesperadamente, como si García Márquez escribiera el guión, llegaron cinco o nueve primas terceras, y Efraín dijo “llegó un tropel de piernas”, metáfora exacta para sentir que salvábamos la fecha con la gritería de las mujeres que vienen a rescatar al hombre de todas sus derrotas y necedades.  

Pero no es un anecdotario de andanzas, porque no termino este arrebatado responso. Es explicar lo que todos en su círculo saben: un poeta vive y muere como tal, y hoy Efraín Valenzuela lo logró, inesperadamente, súbitamente, para el malestar profundo de todos los que leímos, escuchamos y vivimos su poesía y su amistad, un binomio inmanente en estas circunstancias.

Su poesía. Su libro homónimo de su poema más famoso, Letras de asfalto, es un gran poemario, no sé si el primero en estilo –sé que no el último por ser yo mismo subsidiario de esa forma– sobre lo cotidiano y estético de las formas extremas y periféricas de la urbe. El poema, “Letras de asfalto” es ese sagrado momento que todos entendemos, vivimos y –ni siquiera– sabíamos que se podía cantar: 


(…) En mi Barrio

los pipotes de basura son sonoros

y algo de pestilencia erótica me anima

Cada familia tiene su loco

y las viejas utilizan un poco de cloro o de lejía

para espantar nostalgias de otros tiempos

En mi Barrio

las muchachas son asiduas visitantes de la maternidad

y nunca se les conoce marido (…)”

 

Ecos breves, libro de axiomas y renaceres de los cotidiano y eternal, donde el eco no es solo el efecto entre grandes montañas sino lo que responde esa pregunta al grito que no es repetición sino, precisamente, eco: respuesta con preguntas; trasportó al creador poeta a los escenarios metafísicos de la filosofía con los atajos del poema, los que solo el poema permite. Ambos libros fueron leídos y comentados por Lubio Cardozo y quien escribe en otras jornadas de despedida y muerte.

Efraín Valenzuela enseñó a sus contertulios sobre el honor y sobre el honor de ser poeta. Sus verdades políticas eran pasionales y leales, nos separamos en cuanto a las resultas de esas verdades, pero no sobre su esencia. Tal vez ahí el ánimo de eternidad de este afecto que hoy se pone a prueba con este duelo. El poeta Efraín Valenzuela fue un gran poeta, uno de verdad, y claro, fue un arrecho, con los perfiles sonoros y estridentes de ese vocablo en Venezuela. Él no “amaba” Venezuela –se timbraría de lo cursi, como vendrán otros responsos más de mármol blanco–, pero amaba las circunstancias, transitorias, coyunturales de lo que debía ser justo, seguramente, en otra conversación que no pudo darse, me diría no llegaron jamás al territorio donde escribió grandes poemas, donde vivió y murió como poeta entero.

Que descanse en paz. Otro alero esencial de Efraín fue su inquebrantable fe católica. Diácono, faltó solo un paso para asumir la sotana. Hizo todo el tránsito para ser sacerdote pero las esquinas sagradas de vivir lo volvieron al bosque del hombre. Eso no lo alejó de esa forma de vivir, consagró el vino como exactitud milenaria, milenarista casi. Cada vez que pudo empinó la sagrada bebida como lo piden los dioses, su Dios, particularmente. Bendecía sin herejía al final de la fiesta como quien despide la misa en el presbiterio. Sabía cada parte de la Liturgia y era un añadido de su poesía o, la poesía era el faltante de su fe, no sabremos. La sinceridad de su búsqueda no estaba frustrada por un cambio de planes, esa búsqueda espiritual le otorgó sentido a sus planes de vivir en la poesía. Fue un sacerdote de Jesucristo y de Baco sin enfadar a nadie, ni a deidad alguna, griegos y judíos felices con Efraín. La cosa es ser honesto en el ritual, y eso permitió que se confundiera, sin contradicción, religión con arte ¿o el arte del orar es de poetas?

            Efraín siempre descansó en paz. No hablo de los demonios que nos quitan el aliento, hablo de que al final esos demonios fueron aplacados por el poeta y el sortilegio de su verdad. Los demonios no eran su motivo de creación –apenas algunos demonios terrestres, mundanos, los falsos– los motivos de su creación eran la “alegranza”, entre sus favoritas palabras; y para exorcismo expulsaba de su corazón a los falsos, sentencia tribunalicia preferida del poeta: “Está expulsado de mi corazón”, así extraditaba a todos aquellos nefastos de la república de su ser.

Buen viento poeta Efraín Valenzuela, admirador de la belleza y de la justicia en sus laberínticas formas.

 

 

Alejandro Cardozo Uzcátegui, 

en el virreino más cercano, el 28 de agosto de 2022.

 

 

 

 

 

jueves, 25 de agosto de 2022

Nélida Mosquera, S&M y algo más

 


Nélida Mosquera (Argentina,1949-Caracas, agosto de 2022)

                                                                                                    Imagen: Rebeca Martínez García


                                                                                         
Conocí a Nélida Mosquera por poeta César Rodríguez, fue en el año 2003 en Chacaíto, Caracas. Pronto visité su casa y tuve el privilegio de ver su trabajo como editora de S&M, eran las iniciales de su apellido y el de Alejandro Salas, el poeta y traductor. Tanto Nélida como Alejandro estudiaron artes plásticas.

En ese momento Nélida aún no había perdido la vista. La conocí como una mujer sencilla y compleja a la vez, era una dama preciosa, aún a sus años de una gran sensualidad. Me contó como Alejandro lanzaba por la ventana los grabados cuando no estaban bien. Ambos eran de un perfeccionismo enorme. Y no era para menos, lograron diseñar y editar verdaderos tesoros bibliográficos en los que se vinculaban los escritores (con su literatura y su caligrafía) y grabados de artistas plásticos venezolanos. Así editaron Autorretrato en espejo convexo (1988) de John Ashbery, Charles Meyon por Alejandro Salas (1988), Poesía-Pintura (1990) de Santos López y Miguel Von Dangel,  Poesía-Fotografía de Juan Liscano y Nélida Mosquera, Kurt Leonhard-Luisa Richter (1991), Ensayo sobre grabadores de Charles Baudelaire (1992), Poemas-Antología de Anne Sexton (1994) y La barca de la muerte de D.H. Lawrence (1995).

Por el año 2007 Nélida dictó una conferencia y un seminario en el Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (actual UNEARTE), allí compartió con los estudiantes de artes plásticas del momento.

Comprendí al conocer a Nélida muchas cosas sobre la feminidad, sobre el rol de una artista, de una artista madre y lo que vivió cuando ella viajó fuera de su país. Me contó en una imagen bella y terrible que una vez, en un viaje se excedió en el peso del equipaje y tuvo que ofrecerle una pequeña y hermosa caja a una muchacha en el aeropuerto, era algo precioso para ella y tuvo que desprenderse de eso en ese momento. Era algo así como si el tránsito de las distancias y las transformaciones te obligaran a dejar algo preciado. Que había que seguir, continuar, a pesar de todo. Como hoy, cuando César Rodríguez me comunica su partida física y me cuenta sobre los poemas que le escribió a ella, su maestra.

Caracas, 25 de agosto de 2022


viernes, 7 de enero de 2022

Sobre Lubio Cardozo


Lubio Cardozo (Caracas, 26 de mayo de 1938-Mérida, Venezuela, 22 de noviembre de 2021)

Los Rubaiyyat de Omar Jayyan me llevaron a conocer a Lubio Cardozo. Fue en el año 2004 en Caracas, estaba iniciando las ediciones de la Colección Poesía del Mundo del Ministerio de la Cultura, trabajaba desde un cubículo situado en la Sección de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional, ese espacio estaba dirigido por el poeta  Gabriel Saldivia. 

Mi trabajo era consultar la biblioteca, ubicar los libros que debían reeditarse en nuestro país y conseguir un escritor venezolano que conociera a profundidad la obra a editar para realizarle un prólogo. Varios poetas me refirieron como conocedor de los Rubaiyyat al profesor Cardozo, conseguí su número de teléfono y lo llamé. Me respondió una voz amable, vital y sabia. Así iniciamos una entrañable amistad. Lubio Cardozo era un poeta, un estudioso, de la vida, de la literatura, de la historia, del alma humana. No tuvimos la oportunidad de vernos los ojos, pero él se interesó por mi escritura y trabajo plástico. Mantuvimos contacto telefónico.


Un día el poeta Lubio me dijo que su hijo Alejandro estaba en Caracas. Fui a conocer al hijo del poeta y descubrí a otro poeta, un historiador, un hombre maravilloso y antiguo (y eso que era menor que yo). Nos reunimos con nuestras familias, recorrimos Caracas, vivimos las contradicciones de la política, sus reveses, las luces y sombras de nuestro continente, de Venezuela, de las generaciones que nos precedieron, de nuestros antepasados vascos, del cielo y el infierno. Reímos, lloramos, nos vimos. Alejandro se fue a España a realizar un doctorado y comenzaron a llegar sus postales, como las cartas de Lubio, a puño y letra, los sitios, los recorridos, la conciencia del tiempo y el detalle por los amigos. El carácter, la huella.

El pasado noviembre de 2021 Alejandro, me mandó unos audios de él y de Lubio, leyendo mi poesía. El sabio Lubio leyendo Costuras de Familia. ¡Que honor, que privilegio acompañar a estos dos poetas en ese momento! No pude escribir nada desde entonces. Porque en momentos definitivos como ese, a mí me falla la prontitud para expresarme, quedé perpleja. Por eso hoy escribo esta nota, más para decir que he sido testigo privilegiado de conocer estos dos poetas, estos dos amigos hermosos. Lubio que se marchó consciente de sí, de la historia, de su familia, pleno de amor e infinitud el 22 de noviembre de 2021. Y Alejandro mi admirado poeta e historiador, fuerte portador de razón y belleza.

Abro este 2022 con este regalo que nos dejó Lubio, hace mucha falta leerlo, se necesita tiempo y madurez para comprender lo que nos lega. Es necesaria y muy pertinente una edición impresa que compile su obra completa. 


2021 
(Editado por el poeta Gonzalo Fragui)





Otros de los libros de Lubio Cardozo:



1992



1993


1994


1995


2010




Lubio Cardozo: 

Nació en Caracas el 26 de mayo de 1938. Licenciado en Letras (Universidad Central de Venezuela, 1964), Realizó un postgrado en investigación documental en la Escuela de Documentalistas de Madrid (1972-74). Profesor Titular Jubilado de la Universidad de los Andes. Director de la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades de la ULA (1975-1976). Director Fundados del Instituto de Investigaciones Literarias Gonzalo Picón Febres de la misma Universidad (1977-1979). Decano de la Facultad de humanidades de la Universidad de Los Andes (1979-1981). Lubio Cardozo fue un estudioso de la literatura y las humanidades. Escribió ensayos, poesía y narrativa. Falleció el 22 de noviembre de 2021 en la ciudad de Mérida Venezuela.