Imagen de pintura de Leonora Carrinton
Sin fecha
a Kafka
Suficientes razones, suficientes razones para colocar primero
un pie y luego otro.
Bajo ellos, no más grande que ellos ni más pequeña, la
inevitable sombra que se adelanta y voltea la esquina, a
tientas.
Suficientes razones, suficientes razones para desandar,
decaer, desvolar.
Suficientes razones para mirar por la ventana. Para observar
la mano que cuenta a oscuras los dedos de la otra mano.
Poderosas razones para antes y después. Poderosas razones
durante.
La hoja de afeitar enmohecida es el límite.
Lasciate ogni speranza voi ch’entrate.
No se retorna de ningún lugar. Y la regla torcida lo confirma
Sobre el aire totalmente recto, como un cadáver.
Y hay otras.
Palidez, sobresalto, algo de náusea.
Misterioso, obsceno chasquido del vientre que canta lo que
no sabe.
La luz a pleno cuerpo, como un portazo. Adentro y afuera.
No sabe dónde.
Y las demás. ¿Existen?
Infinitas para la duda, evidentes para la sospecha.
Dejaste arrastrar contra la corriente, como un perro.
Aprender a caminar sobre la viga podrida.
En la punta de los pies. Sobre la propia sombra.
No más grande que uno ni más pequeña.
Uno, dos, uno, dos, uno, dos, uno.
Uno atrás, otro adelante.
Contra la pared, boca abajo, en un rincón.
Temblando, con un lívido resplandor bajo los pies, no más
grande que ellos ni más pequeño.
Tal vez, tal vez la estancada eternidad que algún alma
Inocente confunde con su propio excremento.
Malolientes razones en la boca del túnel.
Y a la salida.
A la postre tantas razones como cuellos existen.
Defenderse del incendio con un hacha. Del demonio con
un hacha, de dios con un hacha.
Del espíritu y la carne con un hacha.
No habrá testigos.
So nos ha advertido que el cielo es mudo.
A lo más se escribirá, se borrará. Será olvidado.
Y ya no existirán razones suficientes para volver a colocar
un pie y luego el otro.
No obstante, bajo ellos, no más grande que ellos ni más
pequeña, la inevitable sombra se adelantará.
Y volteará la misma esquina. A tientas.
Blanca Varela (Lima, 10 de agosto de 1926-12 de marzo de 2009)
La obra poética de Blanca Varela es de las que más he querido. Tuve la oportunidad de verla recitando este poema en Caracas, por en la última década del siglo pasado. Percibí la imagen de una mujer muy fuerte, hermosa, una voz firme, segura de su verbo y con un ritmo perfecto.
Desde entonces me acompañé de su obra, la estudié y me motivó mucho. Este poema con cada lectura se hace más propicio para los días que corren.
Ximena Benítez