Nada me complace menos que acomodar
una pila de ropa en el closet, tarea que debo hacer por lo menos una vez por
semana. Por gracia o desgracia, descubrí la utilidad del perchero, que permite
colgar toda la ropa que te quitas o no quieres ponerte ese día y te has probado
y te evita el trabajo de volver a colgarla en su gancho.
El perchero se vuelve
entonces como un emparrado horizontal del que cuelgan colores de todo tipo y
casi nunca coinciden en un mismo lugar. El fin de semana debo entonces volver a
su sitio cada prenda de vestir y el perchero queda entonces peladito como
recién podado, sólo se ven carteras en él, se ve muy sólo, hasta triste, pero
poco a poco se va llenando sin que nadie lo advierta, cómplice de amantes y penumbras.
Ximena Benítez, 2001.