martes, 29 de diciembre de 2020

2020

 


Este año 2020 ha sido de introspección y de duros retos personales. 
Han muerto varios amigos que aún debían acompañarnos, por ser jóvenes, por no haber podido atenderse como deberían haberlo hecho, compañeros de trabajo, familiares y amigos.
Al caminar por Caracas consigo una ciudad con ausencias: los lugares por los que pasaba, los sitios de reunión ya no están, los negocios cerraron, se convirtieron en sitios para vender comida, y los avisos publicitarios aparecen como fantasmales recuerdos de lo que un día quiso ser, trató, o existió alguna vez. Lo mismo ocurre con mi libreta de teléfonos, la mitad de la familia fuera del país, igualmente ocurre con los amigos. Los vecinos también, unos se han ido del país, otros resisten. Todos hemos compartido estas calles en las que ha habido guarimbas y marchas, contramarchas y guarimbas y a la final muchos seguimos acá, tercamente resistiendo. A sabiendas de que en todas partes se habla de nuestro país, mal o bien, pero se habla. La crisis económica es innegable, la crisis social es una bomba que estallará en nuestras manos, reaparecieron los “niños de la calle” cada vez más visibles las desigualdades con la dolarización del país y los salarios en bolívares. La constante depauperación del trabajo intelectual, del trabajo profesional, de lo que no sea comercio. Y allí también resistimos en nuestros valores, resistimos en nuestros puestos de trabajo con la ilusión de que de alguna manera contenemos una represa de lo social, ¿qué serían de los estudiantes si todos los profesores nos vamos de la Universidad? ¿cuántos quedarían allí? los que están también resistiendo en las universidades pueden hacer arte, se expresan al menos, por esa razón, les acompaño mientras pueda. La crónica no es favorable. Cuando estamos en el ojo del huracán, luego de vivir un apagón de cinco días y ver como los vecinos cobraban en dólares por ponerle carga a un teléfono celular, cuando volvimos a cocinar con leña en este país petrolero por la falta de gas, cuando vimos que no había gasolina y que luego la que importaron la” bachaqueaban”, es decir, la traficaban y la vendían también en dólares. Cuando los pescadores no pescaban tampoco para vender el combustible, (de eso me enteré por un amigo que vive en la isla de Margarita), cuando vi como enflaquecieron mis vecinos, mis amigos, mis compañeros de trabajo. Cuando descubrí que los hijos de un amigo no comían desde hace días y me vi haciendo “magia” en la cocina para alimentar a los míos, recordé mi infancia, recordé las enseñanzas de mamá sobre la posible guerra que vendría. Y en marzo la pandemia ¿Qué más nos podía ocurrir? pues sí, la pandemia. Ya hemos aprendido a vivir con ella. Aprendimos con los niños en casa que en la escuela nada les enseñaban, si, y que nos toca hacer un pensum nuevo para lidiar con lo que les mandan en la escuela que no termina de ser nada útil, y enseñarles cosas prácticas como actividades domésticas, compañerismo con sus hermanos, amor por los animales, respeto, consideración y que aprendan a perder, a esperar, a planificar, a utilizar su tiempo, a leer, a releer, a ejercitarse, a escuchar, a mirar, a orar, a agradecer y a sonreír. Que los niños también sienten el antes y el después de la pandemia, porque estamos acá recluidos todos.
A veces tememos el silencio de la noche, y no sabemos si será por el agua, por un ruido, por un misil que tratarán de exterminarnos. Porque aunque todos estamos por los momentos “bien”, desde hace tiempo estábamos confinados, si, en nuestras casas, con reservas de agua porque no hay, constantemente falla el agua, lo normal es que no salga ya por los grifos. Y en Caracas al menos no sufrimos los cortes programados de electricidad que si poseen en el interior del país. Lo verdaderamente hermoso es ver el sol y escuchar las guacamayas. También la red de amigos que hemos construido, que hemos constatado que tenemos, eso es invaluable, dentro y fuera del país. Y nuestra familia, la familia que se une en los momentos difíciles, que nos auxilia, que está pendiente de nosotros que conocemos también mejor y eso es más que valioso, es precioso, nos llena de amor, de alegría y de agradecimiento. 
Ya este 2021 vendrá con más sorpresas, pues el movimiento, el asombro es lo que nos sostiene. ¡Salud!