Elmer Szabó y Ximena Benítez, Caracas, 2000
Foto: Lautaro Benítez
A modo de introducción:
Escribí los siguientes textos en diferentes momentos para Elmer Szabó, que fue (es) (será) mi maestro y amigo. Nos visitaba a mi hermano y a mí en el apartamento en el que vivíamos en el centro de Caracas, iba casi semanalmente, nos traía valiosos regalos, tesoros adquiridos en en los libreros del puente de las Fuerzas Armadas, los mejores poemarios, los discos de acetato más increíbles. Era muy dulce y de una ironía tremenda, de un gran humor negro.
Amaba como a nadie a su hija Trilce, la adoraba. Y hablaba de las bromas de Mircea (su hijo varón) y nos contaba sobre su perro, fue un gran padre. Su amistad me enseñó no sólo de literatura o música, sino de la vida y sus vueltas. Una vez me confesó que luego de estudiar criminología fue que se enteró que uno de sus abuelos fue policía, "que detalle el que nadie me lo comunicara, tuve que descubrirlo yo". Otra cosa que me dijo fue que en los pocos años que dura la vida, no siempre se es correspondido con el amor, era una suerte de cuenta que él sacaba a sus años. Le gustaban los días lluviosos, tenía amigos judíos, una vez nos visitó en casa el poeta israelí Shlomó Avayou, ellos recitaron juntos en la Escuela de Artes Plásticas "Cristóbal Rojas"en una tarde preciosa.
Elmer me decía que él no tenía amigos, que en realidad nos visitaba a nosotros, porque era un hermitaño, sin embargo me presentó a dos de sus amigos antes de que salieran a estudiar fuera del país, los poetas Luis Delgado Arria y Alejandro Bruzual, con ellos pude interactuar estando ya nuevamente en Caracas. Además me fue presentando a varios poetas conocidos que le tenían en alta estima. Por mi parte le presenté a mis compañeros del taller de poesía, el del Celarg del año 1998-99, él dejó huella entre esos poetas, fue así como las nuevas generaciones le llevan prendado, una que otra cita hay de él, suerte de leyenda.
He intentado publicar la obra poética que Elmer me confió y aún está inédita, hasta ahora no ha sido posible, no se por qué razón la obra de un poeta tan importante está aún sin reeditar, sin embargo sé que su poesía es muy valiosa, se sostiene por si misma, desearían muchos autores que se editan y reeditan tener su fuerza y autenticidad.
Agosto de 2016
****
Pequeña nota sobre Szabó:
Así que me jalarías las patas si no te
transcribiera los poemas, antes de morir la muerte, fresquesita: “ésta vez sí,
vete acostumbrando”. ¡Bah!!! reclamó entre cervezas y rockolas, otra vez
diciéndolo.
No es que no tengas ternura ni que el
amor no exista, ni que el tiempo o el destino te sean feos. Irónico rojo,
irónico fatal, maestría de la pobreza maestría de la tempestad, digna estrofa.
Esperaba cosas más oscurecidas, más y más oscurecidas, al final fue la muerte,
como al principio de las cosas. No llamaste. Nadie llamó.
Ximena Benítez (de mi diario)
****
Irreverencia y Grafismo en la poesía de Elmer Szabó
Septiembre me trae la presencia y la nostalgia por Elmer Szabó, poeta y
narrador venezolano nacido en Budapest (1940) y fallecido en Caracas en septiembre
del 2001. Fue además criminólogo y policía de brillante fama internacional,
grafólogo y abogado. Lo conocí en 1994 a través de mi profesor de la Escuela de
Artes Plásticas “Cristóbal Rojas”, el pintor Pedro Rivas, quien era su ahijado.
El poeta Szabó nos resultaba inquietante, siempre estuvo cercano a las escuelas
de arte, entre “la Cristóbal” y “la Reverón” como llamábamos coloquialmente al
IUESAPAR, hoy Universidad Nacional Experimental de las Artes, allí tuvimos el
honor de presenciar su último recital de poesía en el marco de una Exposición
de Esculturas de Guillermo Abdala, rodeado de artistas plásticos, de poetas
jóvenes y de estudiantes.
No era extraña ésta afinidad de Szabó con las artes plásticas, la
encontramos de manera constante en su poesía, que puede ser abordada desde
muchos ángulos puesto que él fue polifacético y profundo, tenía plena
consciencia del juego espacial que se produce en la página en la que se
escribe, Cavafis y Maiakovski entre otros, lo avisaron en advertir este juego
que la poesía comparte con las artes plásticas, asimismo Apollinaire no le era
extraño, esto unido a sus conocimientos de diferentes claves y grafismos,
producen en su obra, una particular sintaxis que revela un mundo de
desciframientos y sugerencias que si bien puede ser translúcida en ocasiones,
no resulta en ningún momento simple. En la poesía de Szabó encontramos
irreverencia y sarcasmo, denuncia a la burocracia en su Tema afín a la
transparencia: Mientras se licita el contrato para recoger al perro muerto/
ese mismo perro se pudre en la plaza/ y las moscas disfrutan. Asimismo,
encontramos grafismos y clave Morse en su Responso a Oswaldo Trejo: marco
números al azar…nadie/responde ---el metal crepita/…muerto --- siempre…muerto
(…).
La ciudad de Caracas se revela en Una Asíntota: Sombras (Premio Fundarte
de Poesía), a través del dibujo de sus subidas y bajadas a manera de versos
caligramáticos: Subida de Gato Negro, Bajada de Cristo al Revés. O la
belleza latente y avizoradora de su Tema de Poesía: poesía/ vislumbrada
isla/ descubrir/ el lado sí de las cosas/ haber amado/ en cuarta persona/
devenir mundo/ fugaz infinito.
(Ximena Benítez, publicado en el semanario Todos Adentro, 2008)
Elmer: La poesía queda
De tanto pregonar su muerte, le pasó
como a Pedro y el Lobo. Cuando nos enteramos de la noticia deseamos que
fuese otro de sus juegos, acostumbrados como nos tenía a nombrar su muerte en
vida, a torearla.
Amante del jazz, me enseñó a
sintonizarme con Right off de Miles Davis, mientras rememoraba sus
andanzas en París cuando estudiaba Criminología y paralelamente acudía al
teatro y chasqueaba guitarras.
Nos hizo notar que la semejanza entre
poesía y policía era exclusivamente fonética: “El loco Szabó me llaman los
policías -dijo- y los poetas me huyen porque soy policía”. Brillante detective
de fama internacional, con libros técnicos publicados y reconocimientos, no
apreciaba esa fama, no es el policía el que trasciende y parafraseando a
Fouché: los policías pasan, la poesía queda.
Uno de los recuerdos más intensos de su
infancia en Transilvania fue su primer contacto con la muerte. Había ido con su
abuela al cementerio y correteaba entre las tumbas cuando unos alaridos
llamaron su atención: era un pequeño grupo de mujeres que entre llantos y rezos
enterraban a un hombre. Elmer quedó paralizado hasta que su abuela lo encontró
y sin percatarse de su impacto se lo llevó de allí regañándolo. Así, no es
extraño que la muerte sea tema constante en su obra, la presenta de distintas
formas, con transposiciones temporales en los verbos como en su poema “La
Última Cena”:
Muertes exceptuadas
puedo comer dos veces de cada
plato.(...)
Mañana estuve muerto.
Ayer estaré muerto.
El espacio es muerte interrumpida.
(...)1
También encontramos la presencia de
asesinos y suicidas:
Un señor de rodillas
ante este que lo asesina;
bendiciendo tan voluptuosa,
inesperada libertad. 2
Lo conocí en la Escuela Cristóbal Rojas
en 1994; los estudiantes nos preguntábamos en ese entonces, qué hacía el poeta
por todas partes; en los lugares más disímiles e inesperados lo encontrábamos
como mimetizado entre esos hombres que suelen leer gacetas hípicas y al
ser descubierto renacía en sí mismo y se incorporaba al saludarnos cambiando
totalmente de expresión, mostrando al Elmer que habitualmente conocíamos:
(...) Soy yo, el
espectador,
el mutable. Pergeñé
el drama,
representé todos los
papeles, mi propia
máscara intenté
encarnar; ahora
devengo público de
galería,
mascachicle, cortés o
soezmente hastiado. (...)3
En sus últimos años fue un trotacalles,
un trotacallejuelas, y en sus versos aparecen los nombres de las esquinas del
centro de Caracas que a diario recorría: “Bajada de Gato Negro”, “De Miseria a
Desamparados”. En su libro Melancópolis, nos describe una ciudad
interiorizada y bien vivida donde la amarga tristeza del despecho es
trascendida en forma de poesía. Tampoco escapa la tristeza a ninguna de sus
obras ni el humor, punzante e implacable destructor contra sí mismo y su entorno.
Su habilidad de entrar y salir de
variados mundos conociendo distintos códigos y sintiéndose ajeno a ellos,
expone un profundo desarraigo verificable dentro de su poesía:
Soy un extranjero
Por mis estudios de
criminología que no amo demasiado
-que me han amarrado con hartas
cadenas-
en cuyas quietas aguas
me
siento fuera de lugar,
-descoyuntado
Por mi cepa de
inmigrante –unido a esta tierra sensual
que nunca es del todo
mía- donde
correteo como
abejorro pálido,
-invasor
Por mi condición –irredento
en retorcidas clases medias
ajenas a mi estirpe
-ni tengo sus
bienes materiales –ni
capaz soy de
subir más bajo o
asceder al infierno....” 4
Elmer fue gran lector de Maiakovski,
César Vallejo, Jean Aristigueta, Cavafis, Odiseas Elitis y Jorge Seferis, entre
otros. Se confesaba amante de la lluvia, de lo medieval y lo gótico; creyente
del destino soportó en sus últimos años el fatum de una espantosa
situación económica que no logró aplacar su desafiante sarcasmo:
Tener el honor de ser
pobre. Haber bebido de la copa
vil unas gotas menos
que los compañeros de ruta, esos rubicundos hipopótamos guardianes del sello. Y
tener, sin embargo, la fea tragedia de ser pobre. 5
El amor, la tristeza, los rivales
enemigos, la vida nocturna de la ciudad, lo callejero, lo sombrío, los espejos
y las máscaras, figuran entre los temas constantes de su poesía, una poesía en
donde el orden usual de las palabras se invierte, rica en aliteraciones y
adjetivaciones insólitas donde a menudo aparecen coloquialismos y juegos entre
la tipografía y el silencio de la página en blanco. La prosa y el verso se
encuentran, se coquetean, hacen el poema. A la aparente construcción narrativa
de sus textos se contraponen imágenes desconcertantes que desmontan la
estructura inicial “racional”, sumergiendo al lector en un clima de fuerte
emotividad.
Elmer estará siempre presente entre un
grupo de poetas jóvenes que tuvimos el placer de tenerlo como público o como
presentador en recitales una y otra vez: Eleonora Requena, Sonia González,
Alexis Romero, Luis Delgado Arria, Alejandro Bruzual, Marcelo Seguel, Jorge
Romero, Manuel Llorens, Alfredo Herrera y yo. Igual dicha fue el asistir a las
Escuelas de Arte de Caracas en donde realizó sus últimos recitales despojados
de toda vanidad, ocasiones en las que recibimos el grandísimo ejemplo de la
humildad, cosa distinta al fracaso.
(Ximena Benítez, publicado en el Papel
Literario de El Nacional septiembre 2000)
Poemas de Elmer Szabó
TEMAS PARA OFIUCO
1.-
Esos caballeros de industria
entrematándose
para decidir
cuál de ellos
heredará el reino
a fuer de más enculebrado
el cementerio
acaba por devenir
serpentario de todos ellos
2.-
un par de doñas
discutiendo
cuál de ellas
es más alma de dios
frente a la iglesia
terminan
cayéndose a carterazos
3.-
el barco atraca
atracan el banco
el banco atraca
y 4.-
lo que es igual no es trampa
piensa brechtinianamente
mirando de reojo
al dueño del banco
el atracador
De: DAGONISTAS
QUIJOTEANTE
La tristeza
como escudero del genio
es la que come y engorda
el amo aporrea los molinos
bajo la osa mayor
De: DIESTRAVIENTO
PERRO MORDIENTE
Un perro con lentes ocuros
cuya secreta misión acaso sea
morder a cincuenta
en esta dementocracia antes de buscar otra
cuando llega a 49
se muerde la pata
con rabia homicida
De: DIESTRAVIENTO
Poeta y narrador nacido en Budapest, Hungría
(1940-2001). Residió en nuestro país desde 1947. Formó parte del Grupo Diez.
Obtuvo el Premio Poesía de la Universidad de Carabobo (1981). Entre sus
libros destacan: Deflagración (Portugal, 1963), Anticosta (Asociación de Escritores, 1984), Una
asíntota: Sombras (Fundarte, 1995), Melancólopis (Pen Club, 1997). Szabó
estudió criminología, fue grafólogo, detective y abogado. Estudió en Venezuela
y Francia. Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés,
portugués, italiano y húngaro. Su último recital de poesía lo realizó en una
exposición del artista plástico Guillermo Abdala, en el Instituto Superior de
Artes Plásticas Armando Reverón (hoy UNEARTE).