lunes, 15 de agosto de 2016

Sobre Elmer Szabó


                                                Elmer Szabó y Ximena Benítez, Caracas, 2000
                                                                                       Foto: Lautaro Benítez


A modo de introducción:


Escribí los siguientes textos en diferentes momentos para Elmer Szabó, que fue (es) (será) mi maestro y amigo. Nos visitaba a mi hermano y a mí en el apartamento en el que vivíamos en el centro de Caracas, iba casi semanalmente, nos traía valiosos regalos, tesoros adquiridos en en los libreros del puente de las Fuerzas Armadas, los mejores poemarios, los discos de acetato más increíbles. Era muy dulce y de una ironía tremenda, de un gran humor negro. 

Amaba como a nadie a su hija Trilce, la adoraba. Y hablaba de las bromas de Mircea (su hijo varón) y nos contaba sobre su perro, fue un gran padre. Su amistad me enseñó no sólo de literatura o música, sino de la vida y sus vueltas. Una vez me confesó que luego de estudiar criminología fue que se enteró que uno de sus abuelos fue policía, "que detalle el que nadie me lo comunicara, tuve que descubrirlo yo". Otra cosa que me dijo fue que en los pocos años que dura la vida, no siempre se es correspondido con el amor, era una suerte de cuenta que él sacaba a sus años. Le gustaban los días lluviosos, tenía amigos judíos, una vez nos visitó en casa el poeta israelí Shlomó Avayou, ellos recitaron juntos en la Escuela de Artes Plásticas "Cristóbal Rojas"en una tarde preciosa. 
Elmer me decía que él no tenía amigos, que en realidad nos visitaba a nosotros, porque era un hermitaño, sin embargo me presentó a dos de sus amigos antes de que salieran a estudiar fuera del país, los poetas Luis Delgado Arria y Alejandro Bruzual, con ellos pude interactuar estando ya nuevamente en Caracas. Además me fue presentando a varios poetas conocidos que le tenían en alta estima. Por mi parte le presenté a mis compañeros del taller de poesía, el del Celarg del año 1998-99, él dejó huella entre esos poetas, fue así como las nuevas generaciones le llevan prendado, una que otra cita hay de él, suerte de leyenda.

He intentado publicar la obra poética que Elmer me confió y aún está inédita, hasta ahora no ha sido posible, no se por qué razón la obra de un poeta tan importante está aún sin reeditar, sin embargo sé que su poesía es muy valiosa, se sostiene por si misma, desearían muchos autores que se editan y reeditan tener su fuerza y autenticidad.

Agosto de 2016

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Pequeña nota sobre Szabó:


Así que me jalarías las patas si no te transcribiera los poemas, antes de morir la muerte, fresquesita: “ésta vez sí, vete acostumbrando”. ¡Bah!!! reclamó entre cervezas y rockolas, otra vez diciéndolo.

No es que no tengas ternura ni que el amor no exista, ni que el tiempo o el destino te sean feos. Irónico rojo, irónico fatal, maestría de la pobreza maestría de la tempestad, digna estrofa. Esperaba cosas más oscurecidas, más y más oscurecidas, al final fue la muerte, como al principio de las cosas. No llamaste. Nadie llamó.

Ximena Benítez (de mi diario)

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 Irreverencia y Grafismo en la poesía de Elmer Szabó


Septiembre me trae la presencia y la nostalgia por Elmer Szabó, poeta y narrador venezolano nacido en Budapest (1940) y fallecido en Caracas en septiembre del 2001. Fue además criminólogo y policía de brillante fama internacional, grafólogo y abogado. Lo conocí en 1994 a través de mi profesor de la Escuela de Artes Plásticas “Cristóbal Rojas”, el pintor Pedro Rivas, quien era su ahijado. El poeta Szabó nos resultaba inquietante, siempre estuvo cercano a las escuelas de arte, entre “la Cristóbal” y “la Reverón” como llamábamos coloquialmente al IUESAPAR, hoy Universidad Nacional Experimental de las Artes, allí tuvimos el honor de presenciar su último recital de poesía en el marco de una Exposición de Esculturas de Guillermo Abdala, rodeado de artistas plásticos, de poetas jóvenes y de estudiantes.
No era extraña ésta afinidad de Szabó con las artes plásticas, la encontramos de manera constante en su poesía, que puede ser abordada desde muchos ángulos puesto que él fue polifacético y profundo, tenía plena consciencia del juego espacial que se produce en la página en la que se escribe, Cavafis y Maiakovski entre otros, lo avisaron en advertir este juego que la poesía comparte con las artes plásticas, asimismo Apollinaire no le era extraño, esto unido a sus conocimientos de diferentes claves y grafismos, producen en su obra, una particular sintaxis que revela un mundo de desciframientos y sugerencias que si bien puede ser translúcida en ocasiones, no resulta en ningún momento simple. En la poesía de Szabó encontramos irreverencia y sarcasmo, denuncia a la burocracia en su Tema afín a la transparencia: Mientras se licita el contrato para recoger al perro muerto/ ese mismo perro se pudre en la plaza/ y las moscas disfrutan. Asimismo, encontramos grafismos y clave Morse en su Responso a Oswaldo Trejo: marco números al azar…nadie/responde ---el metal crepita/…muerto --- siempre…muerto (…).
La ciudad de Caracas se revela en Una Asíntota: Sombras (Premio Fundarte de Poesía), a través del dibujo de sus subidas y bajadas a manera de versos caligramáticos: Subida de Gato Negro, Bajada de Cristo al Revés. O la belleza latente y avizoradora de su Tema de Poesía: poesía/ vislumbrada isla/ descubrir/ el lado sí de las cosas/ haber amado/ en cuarta persona/ devenir mundo/ fugaz infinito.


(Ximena Benítez, publicado en el semanario Todos Adentro, 2008)


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 Elmer: La poesía queda



De tanto pregonar su muerte, le pasó como a Pedro y el Lobo. Cuando nos enteramos de la noticia deseamos que fuese otro de sus juegos, acostumbrados como nos tenía a nombrar su muerte en vida, a torearla.
Amante del jazz, me enseñó a sintonizarme con Right off de Miles Davis, mientras rememoraba sus andanzas en París cuando estudiaba Criminología y paralelamente acudía al teatro y chasqueaba guitarras.
Nos hizo notar que la semejanza entre poesía y policía era exclusivamente fonética: “El loco Szabó me llaman los policías -dijo- y los poetas me huyen porque soy policía”. Brillante detective de fama internacional, con libros técnicos publicados y reconocimientos, no apreciaba esa fama, no es el policía el que trasciende y parafraseando a Fouché: los policías pasan, la poesía queda.
Uno de los recuerdos más intensos de su infancia en Transilvania fue su primer contacto con la muerte. Había ido con su abuela al cementerio y correteaba entre las tumbas cuando unos alaridos llamaron su atención: era un pequeño grupo de mujeres que entre llantos y rezos enterraban a un hombre. Elmer quedó paralizado hasta que su abuela lo encontró y sin percatarse de su impacto se lo llevó de allí regañándolo. Así, no es extraño que la muerte sea tema constante en su obra, la presenta de distintas formas, con transposiciones temporales en los verbos como en su poema “La Última Cena”:

Muertes exceptuadas
puedo comer dos veces de cada plato.(...)

Mañana estuve muerto.
Ayer estaré muerto.
El espacio es muerte interrumpida. (...)1

También encontramos la presencia de asesinos y suicidas:

Un señor de rodillas
ante este que lo asesina;

bendiciendo tan voluptuosa,
inesperada libertad. 2

Lo conocí en la Escuela Cristóbal Rojas en 1994; los estudiantes nos preguntábamos en ese entonces, qué hacía el poeta por todas partes; en los lugares más disímiles e inesperados lo encontrábamos como mimetizado  entre esos hombres que suelen leer gacetas hípicas y al ser descubierto renacía en sí mismo y se incorporaba al saludarnos cambiando totalmente de expresión, mostrando al Elmer que habitualmente conocíamos:

(...) Soy yo, el espectador,
el mutable. Pergeñé el drama,
representé todos los papeles, mi propia
máscara intenté encarnar; ahora
devengo público de galería,
mascachicle, cortés o soezmente hastiado. (...)3

En sus últimos años fue un trotacalles, un trotacallejuelas, y en sus versos aparecen los nombres de las esquinas del centro de Caracas que a diario recorría: “Bajada de Gato Negro”, “De Miseria a Desamparados”. En su libro Melancópolis, nos describe una ciudad interiorizada y bien vivida donde la amarga tristeza del despecho es trascendida en forma de poesía. Tampoco escapa la tristeza a ninguna de sus obras ni el humor, punzante e implacable destructor contra sí mismo y su entorno.
Su habilidad de entrar y salir de variados mundos conociendo distintos códigos y sintiéndose ajeno a ellos, expone un profundo desarraigo verificable dentro de su poesía:

Soy un extranjero

Por mis estudios de criminología que no amo demasiado
-que me han amarrado con hartas
cadenas- en cuyas quietas aguas
me siento fuera de lugar,
-descoyuntado

Por mi cepa de inmigrante –unido a esta tierra sensual
que nunca es del todo mía- donde
correteo como abejorro pálido,
-invasor

Por mi condición –irredento en retorcidas clases medias
ajenas a mi estirpe -ni tengo sus
bienes materiales –ni capaz soy de
subir más bajo o asceder al infierno....” 4

Elmer fue gran lector de Maiakovski, César Vallejo, Jean Aristigueta, Cavafis, Odiseas Elitis y Jorge Seferis, entre otros. Se confesaba amante de la lluvia, de lo medieval y lo gótico; creyente del destino soportó en sus últimos años el fatum de una espantosa situación económica que no logró aplacar su desafiante sarcasmo:

Tener el honor de ser pobre. Haber bebido de la copa
vil unas gotas menos que los compañeros de ruta, esos rubicundos hipopótamos guardianes del sello. Y tener, sin embargo, la fea tragedia de ser pobre. 5

El amor, la tristeza, los rivales enemigos, la vida nocturna de la ciudad, lo callejero, lo sombrío, los espejos y las máscaras, figuran entre los temas constantes de su poesía, una poesía en donde el orden usual de las palabras se invierte, rica en aliteraciones y adjetivaciones insólitas donde a menudo aparecen coloquialismos y juegos entre la tipografía y el silencio de la página en blanco. La prosa y el verso se encuentran, se coquetean, hacen el poema. A la aparente construcción narrativa de sus textos se contraponen imágenes desconcertantes que desmontan la estructura inicial “racional”, sumergiendo al lector en un clima de fuerte emotividad.
Elmer estará siempre presente entre un grupo de poetas jóvenes que tuvimos el placer de tenerlo como público o como presentador en recitales una y otra vez: Eleonora Requena, Sonia González, Alexis Romero, Luis Delgado Arria, Alejandro Bruzual, Marcelo Seguel, Jorge Romero, Manuel Llorens, Alfredo Herrera y yo. Igual dicha fue el asistir a las Escuelas de Arte de Caracas en donde realizó sus últimos recitales despojados de toda vanidad, ocasiones en las que recibimos el grandísimo ejemplo de la humildad, cosa distinta al fracaso.

(Ximena Benítez, publicado en el Papel Literario de El Nacional septiembre 2000)


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Poemas de Elmer Szabó



TEMAS PARA OFIUCO

1.-

Esos caballeros de industria
entrematándose
para decidir
cuál de ellos
heredará el reino
a fuer de más enculebrado

el cementerio
acaba por devenir
serpentario de todos ellos

            2.-

un par de doñas
discutiendo
cuál de ellas
es más alma de dios

frente a la iglesia
terminan
cayéndose a carterazos

            3.-

el barco atraca
atracan el banco
el banco atraca

            y 4.-

lo que es igual no es trampa
piensa brechtinianamente
mirando de reojo
al dueño del banco
el atracador

De: DAGONISTAS



QUIJOTEANTE

La tristeza
como escudero del genio
es la que come y engorda

el amo aporrea los molinos
bajo la osa mayor

De: DIESTRAVIENTO



PERRO MORDIENTE

Un perro con lentes ocuros
cuya secreta misión acaso sea
morder a cincuenta
en esta dementocracia antes de buscar otra

cuando llega a 49
se muerde la pata
con rabia homicida


De: DIESTRAVIENTO



Breve reseña de Elmer Szabó:

Poeta y narrador nacido en Budapest, Hungría (1940-2001). Residió en nuestro país desde 1947. Formó parte del Grupo Diez. Obtuvo el Premio Poesía de la Universidad de Carabobo (1981). Entre sus libros destacan: Deflagración (Portugal, 1963), Anticosta (Asociación de Escritores, 1984), Una asíntota: Sombras (Fundarte, 1995), Melancólopis (Pen Club, 1997). Szabó estudió criminología, fue grafólogo, detective y abogado. Estudió en Venezuela y Francia. Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, portugués, italiano y húngaro. Su último recital de poesía lo realizó en una exposición del artista plástico Guillermo Abdala, en el Instituto Superior de Artes Plásticas Armando Reverón (hoy UNEARTE).