sábado, 27 de diciembre de 2014

Textos tridimensionales

Textos Tridimensionales

Serie de ensamblajes construidos como poemas

 Ximena Benítez
Ximena Benítez
Baúl (De la serie Textos Tridimensionales)
2002
Ensamblaje, materiales diversos (caja de madera, anzuelos, cascabeles, frascos de perfume, terrones de azúcar, espejos, reloj de arena, entre otros.)
26 x 51 x 28 cm 
Colección de la autora

En "Textos Tridimensionales", el espectador participa de la construcción del sentido del texto a través de la manipulación de los objetos que integran la pieza, son ensamblajes en los que el espectador abre las cajas contenedoras de objetos con sonidos, olores y diversas texturas táctiles. "Baúl" es uno de los 11 ensamblajes que conforman esta serie que fue expuesta en la exposición 5 x 5 del Museo Jacobo Borges en 2002 y mostrados en la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello tras invitación de Luis Alberto Crespo en 2004.
 
Detalle de "Baúl"
Fotografía: Carlos Vega


Los "Textos Tridimensionales" tienen a su vez su correlativo en poemas, es decir, los ensamblajes poseen un breve poemario que se realizó en paralelo, a continuación lo publico. 



Portal

La mayoría de los objetos de las cajas estaban en casa y eran para mi significativos (a pesar de creer que no coleccionaba objetos), sentía que estos me decían algo, se comunicaban conmigo sin necesidad de pensar en sus nombres y que el sólo hecho de acariciarlos o verlos no me era indiferente, pensé que independientemente de la historia que a partir de ellos me había formado eran capaces de crear sensaciones en otros a partir de las experiencias del espectador-participante con objetos similares. Así el micro universo se fue gestando dentro de mi casa y mi casa la llegué a sentir como una gran caja contenedora de otras que reflejaban lo que llevaba dentro de mí y llegó un momento en que me vi en la necesidad de distanciar las cajas ficcionales de mi casa -la caja real- es decir la caja vital en la que lo útil pertenece a lo útil y así disminuir la interferencia que me producían los objetos que me hablaban desde su encierro en las de la ficción o del reflejo. Una vez ya trasladadas al taller sentí un verdadero alivio, la “distancia” de ellas me permitía ordenarlas dentro de mí y en el rencuentro sentir una gran alegría y la posibilidad de ver cosas distintas.
Las cajas y sus objetos fueron apareciendo en mi camino: en el paseo por una tienda por departamentos, en la visita en casa de los amigos y al encontrar esos objetos que andan medio cojitos, usados y que alguno pudiera pasar inadvertido, en el ir por la calle y encontrar uno en espera del camión de la basura.
Cada objeto expresa un contenido desde sí mismo y crea al lado de los otros un conjunto de relaciones en el interior de la caja que los contiene, así el espectador-participante puede componer en cada una su historia, o su vivencia a partir de la experiencia que vivirá al involucrarse en el juego sensorial y racional que suscitan.


  
¿Textos tridimensionales?


“Lo difícil es encontrar su lugar exacto y reencontrar la comunicación consigo mismo... ”
“Soy el único testigo de mí mismo. Esa corteza de palabras, esas imperceptibles transformaciones de mi pensamiento en voz baja, de esa limitada porción de mi mente que pretendo ya formulada, y que aborta, soy el único juez de percibir el alcance.”
Antonin Artaud

  
Me costó vestirme para salir, mi acompañante me decía “¡vamos se hace tarde!”, al final no pude hacerlo sola, me distraje mucho viéndome en el reflejo de un charquito de agua que había en el baño, las perlitas de los zarcillos eran unas cuentas que hube de contar por no sé que razón. Descendimos por un lugar con espejos y espías que miraban el periódico y nos cuidaban, el cuarto tenía forma de cubo, un pasillo blanco con mucho ruido y personas entrando por la salida, saliendo por la entrada, y escaleras con rodapiés redondeados y una escultura horizontal que quise tocar pero ya estábamos retrasados, hacía mucho calor y cuando al fin llegamos al sitio tuvimos que aguardar pues había pasado nuestro turno, alguien llamó por teléfono a mi acompañante para verificar si ya habíamos llegado. Los asientos de ese lugar me los conozco ya, de madera grandes, viejos y olorosos, de fibra de vidrio, de plástico y nunca  se sabe quien es el que viene a acompañar a quien, sólo sabemos que en el cuarto previo a la sala hay una mujer con teléfono que hace pasar a las personas y tiene todas las reproducciones de Escher que hubiese visto reunidas jamás. Conozco ese lugar, lo conozco, pero no he podido entrar en uno de sus cuartos, tiene candado en su puerta y dice “Depósito”, esa palabra me asusta mucho, ese que hay más allá de esa puerta me causa cierto temor, “Depósito”, mi compañero al ver mi cara de terror me sacudió en la cama preguntándome “¿qué sueñas?”



La gestación de este trabajo ha sido acorde a mi vida con el suficiente tiempo para pensar sensiblemente cada una de sus variantes, la obra posee parte de mi cuerpo en su recorrido, es una obra corporal con tropezones temporales, aceleraciones en su ritmo, crecientes y simas.

El diseño no obedece al destino


 Las cajas contienen a su vez mundos en su interioridad, cada una es una antes de ser abierta y otra luego de revelar su interior y  ser manipulada, y al estar fuera ya de mi casa y ocupar el sitio para el cual fueron concebidas (el museo) no pierden lo vital que llevan en sí. El tiempo y sus trampas, los espejos las caricias, los secretos. Lo infinito dentro de lo finito.

Lagos, puentes levadizos y anclas


Con herrajes falsos, con una cerradura que no cierra, bisagritas doradas y puertas que abren trabando otras puertas. El reloj de arena marca tres minutos al invertirlo, puedes esperar y quizás luego olvidar el tiempo. Pequeña caja de máquina de afeitar vieja y usada con terrones de azúcar dentro, espejo de mano con flores comprado en las cosas usadas, mimado por mujeres, vendido, revendido. En el sótano carteras de fiesta pertenecientes a la madre de mi mejor amiga, secretos en sus forros, complicidades. De nuevo un espejo pero esta vez moderno y en funda de terciopelo. Del otro lado frasco verde con olor a  viejo rodeado por tacitas de café, sin platos ni mantel. En la tapa del baúl brillantes cascabeles con anzuelos sin filo pero al fin y al cabo anzuelos con cepillo de bebé, con un mate viejo y sin boquilla. A la par frascos de perfume vaciados por los días. Y al cerrar el viejo baúl el simulacro de viejo.

“Lo visible es sólo una forma de lo real”                                                   Paul Klee


Donde se supone se han de guardar las llaves hay carteritas con noticias de mi país. Cada una similar y ordenadita una al lado de la otra clausurada por su envoltura de periódico. Si tocas alguna te darás cuenta de que todas tienen dentro un sonido y un peso distinto, cada cartera de piñata forradita y ordenada en el sitio donde deberían estar las llaves pero están las noticias manoseables e inaccesibles.

Ventiscas


El viaje de una mercadería de la India hacia Venezuela, la rapidez con que fue escrito en código una inscripción en una pequeña etiqueta. La caja que contenía los cubiertos que fueron obsequiados a una pareja el día de su boda y que después de treinta años resucitó de un cuarto húmedo. La infancia en dos cuerdas rotas y la calidez de los objetos y sus sonidos. El olor a guardado y el no encontrar cerradura alguna para acceder a ella.
Detalle de "Ventiscas"

Fotografía: Carlos Vega


Aliteraciones


Cubiertera que guarda sostenes. Talla tras talla enfilada desde la adolescencia, sin misterios en misterios, sin indiferencia diferente a la naturalidad del objeto que no se preocupa de su uso ni de su desuso. No pueden venderse bajo esa luz, no pueden usarse bajo esa luz, y todo el que desee puede acceder e imaginar la forma que los habitó.


Detalle de "Oleaje íntimo" 
Fotografía: Carlos Vega

Eternidades anónimas


El regalo de un amigo antes de su muerte guarda dentro de sí el rostro fracturado de una virgen que flota en el lugar donde habitualmente va el pequeño microscopio que llevaba. En su gavetica hay una lupa que no es perceptible como tal sino se la saca de su envoltura plástica. El amigo poeta y detective que no llegó a ver la caja intervenida.


Al saber que estaba trabajando en estos ensamblajes, 
el poeta Élmer Szabó mi maestro y amigo me regaló esta caja que intervine

Fotografía: Carlos Vega


Reencuentros


En el cuarto de los trastos había un espejo de baño roto que vio caras que no conocí y guardó las cremas de una de las mujeres más bellas de Caracas a quien Reverón un día quiso retratar. Este espejo fue testigo del paso de los años en su rostro, del baño diario y de los ruidos del patio interno del edificio. El espejo de la tía abuela tenía 45 años en su apartamento de la urbanización El Silencio y de un día para otro ella quiso cambiarlo, y todos nos preguntábamos qué le había hecho tomar la decisión de botar el viejo espejo. Las cosas de las abuelas son muy extrañas, sacan de los sitios más insólitos objetos inesperados: prenditas de algún viaje o algún pretendiente, velitas mexicanas para la navidad y, suelen tener por toda la casa un mundo de porcelana de tan variadas épocas y temas que uno no sabe ni cual comenzar a ver primero, un arte del encubrimiento al descubierto tras esa tacita de té con leche o limón y servilletas bien lavadas y tardanza en prepararlo y en sorberlo, toda una transparencia que oculta lo ocurrido en las familias, lo que se ve venir, lo que un día sucedió y tal vez pueda pasar de nuevo.

Niñez


La que me abriga desabrigándome
la que no me guarda de mi misma
la que llevo y es oscura o rosa
esa que me hace decirme escala
atribulación
plomada
parece guardar caperucitas y a veces tiene muertos pero siempre municiones que aguardan
una señal
un día
el espumadero de verificarse en desvestida claridad
tras el vidrio afilado  te observa
la trágica rigidez de saberse una eternamente una
cuando no se es sino muchas
en defensa


Estuche de instrumento


Con hambre de flores
solemne te abres

Mortificas la aurora tras tu sólida cascada de preguntas


Equidades


Flotar en enigmas
las peras olmadas que simulan tiempo

Ropero


Uno a uno los largos cabellos
tus flecos de hormiga
el truco de vernos sin vernos en mientes


Panera, baúl, cofre o valija que guarda secretos y llaves

Fotografía: Carlos Vega

Del diario


Este trabajo acaba por confundirme, es para hacerse de día pero al hacerlo parece de noche. No es un trabajo de ruido como los trabajos del escultor en su taller, es de resonancia interior, de intimidad que se resiente al ser expuesto a la mirada ávida de todos. Es un deleite de la meticulosidad, un callado recomponer objetos y olores que se olvidan por un momento de sus nombres pero jamás de su función.

 

Vicisitudes 


Peleas de las mujeres de la casa
sólo ellas se entienden

sólo el día las contempla sin prisa así dejen tinieblas
ajenjo muerto tras la sacra discusión
En cada límite preciso
la pulitura de un diario porvenir que nos encomienda
sólo vigilia  tras las hembras


para C.R.O.M. y Daniel

¿Sobre qué nuevo vértigo olvido tus fragancias aún presentes?
no puedo mantenernos en permanente vilo
sé que no puedo ser sino lo que he sido
no me fuerces
el tiempo no se hace cargo de mis decisiones
y son naturales tu cansancio y tu reclamo
soy mentirosa

La malherida voluntad está resguardada
pesan las equivocaciones
no hay méritos indisolubles
me reitero en días sin aviso en conchas de idiotez hechas despojo
las calaveras se ahogan desarticuladamente

Me desoculto al mirarnos
idolatras algo ausente en mi
te espina esta mujer que no se deja atrapar dándose enteramente


Peinadora


En tres gavetas guardas papel de cartas
escritos y dibujos
maquillajes fragancias
cofres distintos con zarcillos
un espejo de mano con cepillos y peines    el reloj de pulsera sin mi pulso
y sobre ti el espejo que tal vez me ha visto siempre

 Casa materna


Las húmedas y descascaradas paredes que un día me albergaron aún hoy me guardan sin que pueda ir en contra y sin saberlo. Se desploma la casa a mitad del aguacero, techo y paredes de hambrientas grietas. Todavía cantan las chicharras.
Bienvenida me sabe la casa pero en la oscuridad me retumba el sueño, y mordiscones de lava asoma en su silencio. Los animales saben de mi partida, esperan pacientes y felices mi regreso, se mueven por la emoción del reencuentro y la nobleza de sus patas. Tina mi perra sabe por vieja y por hembra que ya no volveré a ser pequeña y que vengo sólo de visita, los otros perros son infantiles y afectuosos, se emocionan con mi presencia pero no me recuerdan cuando no estoy, Tina me saluda contenta pero no deja de reprocharme mi partida.
Las casas exigen presencia para que no se vuelvan en contra de quien las habita, sino comienzan a tener síntomas de enfermo y pronto agonizan queriendo expulsarse fuera de sí. Hay una mesa de madera gastada sostenida por grandes flores que siguen respirando.



De noche aún luego de dejar cada objeto reposando en el entrepaño del closet del taller, estos continúan vivos dentro de mi, haciendo de las suyas, juntándose, disolviéndose, llamando pequeñas formas que los enlace, capricheando por quincallas y ferreterías. Mis manos saben que uno al lado del otro puede ser equivocación o acierto, ellos lo saben mejor que yo y mis manos son sólo una excusa presta a obedecerles.

                                                         

Heredé una casa llena de tijeras
la que muerde las uñas
la de barbería fertilizada por oxigenadas crines
el resbaladizo comienzo del concreto
el cansancio del deseo
limpiar a tijeretazos la escalera 
recortar jabones y caramelos
sé de una tijera saliendo de la nevera
recortó el porvenir dosificó el misterio
tijeras y tijeritas encienden el escalpelo



Pasé de advertir mi sensibilidad hacia los objetos a escribir la ensoñación que me produjo la experiencia que tuve al reunirlos y construirles otro universo, se abre una nueva caja dentro de mí.

   

Proximidad de otras puertas 


No encontré (ni busqué) ninguna cajita de música, pero si hallé muchas melodías que cabían en cajas. Algo importante para mí era que cada cual estableciera su propio tiempo al leer el conjunto de piezas y que el momento en que lo hiciese estuviese ligado a su interioridad y a su cuerpo.
Una caja no siempre forma paralelepípedos ni esta fuera o dentro de algo, una caja puede estar hecha de puertas. El técnico de computadoras me preguntó por qué abría carpeta dentro de carpeta y me indicó que sólo podía hacerlo hasta 8 carpetas de profundidad, luego me pregunté a mi misma ¿qué era lo que guardaba en esa carpeta?
He encontrado cajas en los ojos de las personas, unas muy cerradas, muy cerradas a pesar de brillar con el sol, y la caja del planeta nos contiene.
Hay cajas desarmables que se pliegan y son fáciles de transportar y sirven para dar regalos, hay cajas de colores y cajas de muerte, cajones y vitrinas y todo tipo de construcciones, ¿cómo son la cajas que llevas?, ¿llevas alguna?, ¿me dejarías mirar?